El miedo es tu amigo:
Permítele a tus miedos mostrarte todo lo que es posible cuando los exploras.
Claves para usar el miedo a tu favor
Por Dayani Centeno-Torres
El miedo puede ser tu amigo si te relacionas bien con él. Es una emoción importante y necesaria para la vida. Suelo imaginar que el miedo salvó a mis ancestros del león en la sabana africana. Entonces, no hay que avergonzarse por sentir miedo.
Con el miedo lo que importa es cómo lo manejas. Ojalá le validáramos a la niñez que es normal tener miedo… seguramente lo procesarían mejor en la adultez. Yo lo he aprendido con el tiempo, y hoy es un poco más fácil usar los miedos a mi favor. Aquí te comparto lo que me ha funcionado.
Primero: reconocerlo y validarlo
Usualmente, el miedo es la primera emoción que nos alerta de algo desconocido o que parece amenazante. Ese es su gran valor. Nos ayuda a identificar amenazas y riesgos.
Yo también tendría miedo si oigo a un león rugir cerca de mí. O si todavía sintiera en mi cuerpo la experiencia del huracán María. O si viviera en un ambiente violento.
Pero el miedo no es la única emoción ni el único recurso que tenemos cuando percibimos amenazas. Luego pueden llegar la curiosidad, el enojo, o la valentía, según sea el caso.
También puede ser que lo primero que sintamos sea furia o desprecio, alimentados por el temor… El miedo a veces se disfraza de otras cosas, por lo que hay que fijarse bien para entender qué estamos sintiendo realmente.
Segundo: interrogarlo y escuchar
Al miedo hay que escucharlo con curiosidad y cautela: darle su espacio, pero no todo el espacio.
La curiosidad implica hacernos preguntas difíciles. ¿A qué le temo en verdad? ¿Es por algo que viví, por algo que me contaron, por información que no tengo? ¿Es una amenaza real? ¿Qué es lo peor que puede pasar? Escucha atentamente tus respuestas. Luego pregúntate, ¿qué más?
Tercero: enfrentarlo con honestidad
Al miedo no se le contrarresta con vergüenza, ni con una avalancha de datos. Mas bien requiere un baile de confianza, compasión e información. Pregúntale a quien le teme a los lagartijos o a los dentistas si se le quita cuando le explican repetidamente la irracionalidad de su miedo, o cuando le llaman cobarde. No funciona.
Aquí viene bien acompañarnos de alguien que nos apoye en descifrar qué partes del miedo tienen razón de ser, y cuáles parecen no tener explicación. Esas que no se sostienen con un análisis racional, no creas que son fáciles de descartar — hay que identificarlas para manejarlas.
Lo intuitivo e irracional tienen su función también: nos pueden salvar la vida antes de que la razón se dé cuenta de la amenaza. ¿Qué le hubiera pasado a mis ancestros si se detienen a dilucidar si el rugido era de león o de tigre? ¡El miedo es capaz de llevarnos a la acción antes de que llegue el zarpazo!
Fuera de la sabana africana, sin embargo, el pensamiento crítico y la honestidad son cruciales. No se vale escuchar exclusivamente a la intuición y al miedo. Como seres emocionales, solemos dar más peso a lo que refuerza nuestra opinión que a informaciones que la refutan (es uno de los sesgos cognitivos más comunes, pero eso es otro artículo). Así que hay que activar el pensamiento.
Por ejemplo, es fácil decirnos “a Fulanita le pasó esto, y seguro a mí me pasará igual”. En muchas ocasiones la experiencia de Fulanita solo puede ser una referencia general, porque sus circunstancias, recursos, y momento histórico son diferentes a las mías. O sea, asegúrate de no comparar chinas con botellas. También puedes preguntar: ¿Quién más tuvo una experiencia parecida con un resultado distinto? ¿Qué hizo la diferencia?
Aquí advierto que hay que saber escoger quién nos acompaña en este cuestionamiento. A veces la gente cercana, que nos quiere (o no), nos prefiere con miedo. Tal vez temen que ya no nos guste su compañía, o que otros intereses nos atraigan más. Una de mis reflexiones más duras es sobre cuáles miedos son míos y cuáles asumí como propios cuando no lo son.
Cuarto: prepárate y anticipa el miedo
Ya identificaste elementos de tu miedo que no se sostienen con lo que has investigado, y aquellos que son riesgos reales. Toca entonces pensar qué necesitas para minimizar esos riesgos verdaderos y actuar a pesar del temor — la precaución es otro regalo del miedo.
Algunas preguntas útiles: ¿Qué pasos habría que dar para evitar esos riesgos? ¿Qué procesos necesito para corregir si algo sale mal? ¿Tengo esos recursos a la mano? ¿Dónde los consigo si no los tengo? En resumen, es afirmar: “Realmente me da miedo que pase X, pero sé que si tengo Z puedo manejar ese riesgo de manera segura.”
Por ejemplo, si no sabes nadar, y quieres disfrutar del agua, ir a una playa de oleaje fuerte es un riesgo muy grande. Además de aprender a nadar, tal vez lo mejor es visitar una piscina o una playa más segura. En ambos casos, como aprendiz, lo prudente es llevar flotadores e ir con personas que puedan asistirte si sientes inseguridad en el agua. O sea, el miedo a ahogarte no tiene que detenerte de disfrutar de un día en el agua– solo tienes que tomar medidas para evitar riesgos innecesarios y manejar tu miedo en compañía.
Mi experiencia es que cuando exploro mis miedos descubro mi capacidad para tratar cosas nuevas, con una hermosa combinación de prudencia y valentía. Aplica a buscar un trabajo nuevo, probar comidas extrañas, y visitar lugares desconocidos.
Un refrán dice: “Hazlo. Y si tienes miedo, hazlo con miedo”. Yo añadiría: hazlo con todo tu ser: con tu razón y con tus emociones. Con curiosidad, con esperanza, también con indignación y con suspicacia… El miedo es solo una de las herramientas a tu disposición.
Queda largo para un refrán. Así que sigamos diciendo hazlo con miedo, aunque no desde el miedo. Ama con miedo, aprende con miedo, vota con miedo. Permítele a tus miedos mostrarte lo que es posible si los exploras.
La autora es consultora en comunicación para procesos de transformación, desde Palabrería — Servicios de Comunicación , en Puerto Rico. Cuenta con la Awareness-Based Systems Change Practitioner Certification de Presencing Institute (enero 2024).